martes, 27 de noviembre de 2007

Un cuento…

Suspiro… me gusta suspirar, me llena de suspiros. Suspiro sentado en un banco de algún lugar. Aquel banco que siempre está ahí, aquel que espera un melancólico ambulante, sin embargo, ahora, hoy, no estoy melancólico, solo estoy llenándome de suspiros.


El tiempo pasa mientras que el tiempo transcurre, es decir, yo solo espero. La espera no es larga ni corta, es tan solo una espera, se que espero porque el tiempo corre, anda, fluye. Se que fluye porque sé que aquí llevo un rato, porque han pasado varios suspiros, porque el hambre aparece y el cansancio asoma, porque el día se oscurece y el viento calma, porque la temperatura desciende, porque el silencio arrecia.

Tan solo escucho mi respirar, mi suspirar.

Después de un rato, estoy lleno de suspiros, así que me dispongo a gastarlos, me paro y camino, camino y me desplazo, ya no estoy en aquel lugar, ahora estoy en otro lugar, y los lugares cambian mientras que el caminar acontece. Con cada paso, un suspiro desaparece, se desvanece, se difumina, más no me preocupo, tengo suficientes suspiros. Se que me desplazo porque las sombras cambian, porque las miradas aparecen, porque el silencio prevalece.


Observo. Los otros pasan, caminan, respiran y suspiran, todo al mismo tiempo. Demasiado para mi, una sola cosa a la vez, pero no, ellos son y están y hacen y transcurren, todo al mismo tiempo, tan al mismo tiempo que no pueden saberlo, no lo observan, no lo disfrutan. No se percatan del tiempo, solo se dan cuenta de el cuando les hace falta, cuando no lo tienen.


Finaliza mi caminata, la puerta de mi casa. Mi cama, mi gato, mi propio silencio, el mío, el de nadie más. Mis sueños. Mañana será mañana.

El tiempo es de cada momento. Es de siempre.

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